¿Creen que al sacrificar su vida podría cambiar el rumbo de una guerra que todos creían perdida?
Ciudades en llamas a punto de colapsar. Soldados luchando con sus espadas. El campo de batalla estaba teñido de rojo por la sangre y los cadáveres. Una nueva tropa de refuerzo recién llegada comenzaba a prepararse, siguiendo las órdenes de su general. Pero antes de entrar al combate... el cielo comenzó a oscurecerse, tomando un tono rojo profundo. Apenas podían ver con claridad.
Y entonces, dos figuras descendieron, imponiendo miedo. Un hombre y una mujer, ambos vestidos con túnicas negras, con botones blancos, brazaletes y un collar que brillaban como si fueran una aurora boreal. Con solo mirar sus rostros, se podía adivinar sus personalidades.
El hombre gritaba como un demente, diciendo que eran los dioses y que venían a traer destrucción. Su risa resonaba como la de un loco desquiciado. La mujer, por otro lado, no mostraba emociones. Su mirada parecía la de un alma muerta.
Desde el cielo, el espectáculo era aterrador. Por un lado, cinco figuras los observaban con rabia. Por el otro, siete chicas heridas trataban de levantarse, con miradas asesinas.
Comenzaron a hablar, pero no llegaron a nada. El hombre se limitó a presumir de su poder, revelando que aquellos eran los primordiales, y las chicas eran las brujas de los siete pecados capitales, a quienes despreciaba por cargar un título que, según él, no merecían.
La batalla ya había comenzado antes de ese momento. Todos estaban agotados por intentar eliminar la amenaza: los dioses. Fue entonces que él apareció.
Un guerrero con armadura dorada y una espada de hoja reluciente, cuya empuñadura tenía la forma de un león.—¡AL FIN APARECISTE! ¡EL MISMÍSIMO HÉROE EGOÍSTA! —gritó el dios al reconocerlo como el único héroe que se unió al combate.
El héroe, sin decir una palabra, cargó directo contra el dios junto a los primordiales. Las brujas bloquearon a la diosa, encadenándola para evitar que interfiriera.
Desde el cielo, se escucharon susurros, gritos... y una palabra que resonó con fuerza:—ULTIMATE.
El cielo se llenó de figuras imponentes. Los primordiales lo dieron todo, intentando impedir que el dios regenerara su cuerpo o usara sus habilidades. Mientras tanto, el héroe acumulaba energía en su espada.
—LA VOLUNTAD YACE EN ESTA ESPADA. SI MI MUERTE SERVIRÁ PARA ELIMINAR A LOS DIOSES QUE AMENAZAN ESTE MUNDO, ENTONCES DARÉ MI VIDA... PARA UN FUTURO MEJOR. —gritó, creando una barrera para que los dioses no pudieran escapar.
Se lanzó con todo. Cortó a sus enemigos en pedazos, y con una sonrisa, hundió su espada en el corazón del dios. Este, desconcertado, le advirtió que su sacrificio sería inútil. Él héroe solo le susurró algo inaudible. Y entonces...La espada brilló. Una explosión cegadora cubrió todo. Y el mundo tembló.
De pronto, todo cambió.
Un joven cayó de su cama, despertando sobresaltado. Había tenido una pesadilla. Miró el reloj: ya había amanecido.
Se sobó la cabeza y fue directo a ducharse. Su madre lo esperaba con el desayuno listo. Su padre ya había salido al trabajo. Su madre también estaba por salir, apurada por llevar a sus otros hijos al entrenamiento.
Yuki se despidió con desgano, comió rápido y se fue a la parada de buses. Al llegar al instituto, sus dos mejores amigos lo esperaban. Entraron juntos. Todo parecía perfecto: un día común, tranquilo, feliz. En clase hablaron de la universidad, del futuro... y Yuki, sonrojado, escuchaba a su mejor amiga, de quien estaba enamorado en secreto.
Quedaron en volver juntos a casa. Pero cuando salió a esperarla, algo extraño pasó.
Sus padres llegaron corriendo, buscando a su hija. Le dijeron a Yuki que ella debía ir al hospital de inmediato, que estaba delicada, que no podía seguir retrasándose.Yuki les pidió que esperaran. Sabía que ella ya estaba por llegar.
Y entonces… sucedió.
La chica apareció corriendo entre la multitud. La calle se llenó de gritos.Un autobús, descontrolado, venía a toda velocidad. Tocaba el claxon sin parar.
La amiga cayó en medio de la calle. Su padre la alzó como pudo. Su madre, al intentar cruzar, se torció el tobillo y cayó.Solo quedaban cinco segundos para el impacto.
Yuki estaba junto a ella. No tenía elección. No podía dejar que su mejor amiga viera a su madre morir.
Corrió. La empujó con toda su fuerza. La salvó. Pero él… fue atropellado.
Su cuerpo quedó irreconocible. La sangre tiñó el asfalto.La chica gritaba. Lloraba. Le pedía a Dios que lo salvara.
Yuki, apenas consciente, solo pensaba en una cosa:"Quería decirte… que siempre me gustaste."
Pero ya no pudo. Todo se volvió oscuro.
Después de lo que pareció una eternidad caminando en la oscuridad, vio una luz.
Dentro de esa luz, vio su vida entera pasar ante sus ojos. Recuerdos, voces, sonrisas...Y de pronto, una explosión de luz lo envolvió.Cuando abrió los ojos… estaba siendo cargado por una mujer que no conocía.Volteó y vio a otro hombre sosteniendo a otro bebé.
Aún recordaba todo.
—¿Será esta... una segunda oportunidad?