Cherreads

Chapter 7 - Capítulo 7: Corazón de Gato

La mañana era fresca, el cielo cubierto por nubes pálidas que tamizaban el sol en un resplandor tenue.

En la Panadería Tempest, el aroma a pan de leche y mantequilla recién horneado flotaba como un hechizo suave. Rimuru acababa de sacar una bandeja de bollos rellenos cuando escuchó el sonido leve de la puerta abriéndose.

Pero esta vez, no sonó la campanilla.

Souei, desde las sombras, habló sin mostrarse.

—Cliente pequeño. Nivel de energía estable. No hostil.

Rimuru ladeó la cabeza.

—Eso fue... inesperadamente preciso.

Y entonces la vio entrar.

Koneko Toujou.

Pequeña, de expresión neutra, ojos dorados que parecían más atentos de lo que admitían. Llevaba su uniforme escolar, pero su andar era tan silencioso que casi parecía un susurro.

No dijo nada al entrar. Solo caminó directo al mostrador, se detuvo... y alzó la vista lentamente para mirar a Rimuru.

—...

—Buenos días —saludó él, con una sonrisa serena—. Bienvenida. ¿Buscas algo especial?

Koneko no respondió de inmediato. Olfateó el aire. Sus orejas —invisibles para la mayoría— se agitaron un poco.

Había algo extraño en ese lugar. No amenazante, pero sí anormal.

Cálido... pero profundo.

—Pan —respondió al fin, escueta—. Con leche. Y azúcar.

—Perfecto. Tengo justo lo que necesitas.

**

Rimuru le preparó un bollo suave de leche con una capa ligera de azúcar glas. Koneko lo aceptó con una leve reverencia.

Se sentó en una mesa cercana a la ventana y comió sin decir palabra. Mordisco tras mordisco. Lento. Concentrado.

Rimuru la observó por el rabillo del ojo.

—¿Todo bien?

Koneko lo miró un segundo... y asintió.

—Está bueno.

Casi parecía una declaración solemne. Como si decir más fuera innecesario.

**

El tiempo pasó lento. Tranquilo.

Koneko, terminando su bollo, se quedó sentada.

No comía más. Solo... estaba allí.

Rimuru salió del mostrador y limpió algunas mesas cercanas.

—¿Te gusta el silencio? —preguntó, sin mirarla directamente.

—Es... tranquilo.

—Yo también lo valoro. A veces, cuando el mundo es demasiado ruidoso, lo mejor es un lugar donde puedas respirar sin preocuparte por el eco.

Koneko lo miró de nuevo. Esa frase...

Le sonó más profunda de lo que esperaba.

—Eres raro —dijo.

—Gracias —respondió él, como si fuera un cumplido.

Una pausa. Koneko bajó la mirada.

—Este lugar... se siente como un hogar. Pero... diferente. Como si fuera antiguo, pero no viejo.

Rimuru se detuvo.

La observó con más atención ahora.

—Tienes buenos instintos. ¿Tú también eres... diferente?

Koneko se tensó. Sus dedos se apretaron ligeramente.

—No importa.

—Claro que importa —dijo él, con voz baja pero firme—. No eres solo lo que fuiste... sino lo que decides ser. Eso también aplica a mí.

Koneko lo miró de nuevo. Por un instante... algo brilló en sus ojos.

No compasión.

No lástima.

Sino... comprensión.

Como si hubiese escuchado algo que no entendía del todo, pero que su corazón sí reconocía.

—¿Puedo volver?

—Claro. Cuando quieras.

Koneko se levantó, asintió sin hablar y caminó hacia la puerta.

Pero antes de salir, se detuvo.

No giró la cabeza. Solo dijo:

—Gracias... panadero raro.

Y se fue.

**

Diablo apareció segundos después, con una ceja levantada.

—¿Sabes quién es, verdad?

—Sí. Una pequeña gata con un alma herida... pero fuerte.

—¿Y ella? ¿Qué crees que vio en ti?

Rimuru sonrió, mirando la puerta aún oscilando.

—Quizá... algo que no había sentido en mucho tiempo.

**

Mientras caminaba sola por la acera, Koneko apretaba ligeramente el pañuelo con el que Rimuru había envuelto su bollo.

No lo entendía. No lo quería entender.

Pero por primera vez, su corazón latía de forma distinta.

Calma... y tibia. Como pan recién hecho.

Y aunque no sabía por qué...

Quería volver.

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