Las opiniones del grupo estaban divididas, eso era un hecho. La mayoría parecía esperar que alguien más tomara la decisión sobre el rumbo a seguir, mientras que aquellos dispuestos a dar un paso adelante se encontraban en desacuerdo.
Observé a los hermanos Dixon, preguntándome qué decisión tomarían, teniendo en cuenta que Daryl estaba solo en la serie y ahora Merle podría influir demasiado en sus elecciones.
Shane y Rick eran los dos únicos líderes en quienes el grupo parecía confiar, o al menos eso pensaba yo, hasta que Merle se acercó de manera inesperada.
—Tienes cara de cabrón con un plan, Hayes. Suéltalo antes de que me aburra y me lance por mi cuenta.
—¿Qué te hace pensar eso? —le respondí, evaluando sus palabras y su actitud.
—Pareces alguien que sabe usar el cerebro, no como los demás que solo se dedican a dar discursos de mierda.
Merle tenía un talento para leer a la gente. Su postura confiada me decía que no confiaba en mí por completo, pero algo en mi actitud o en lo que había dicho le había llamado la atención. Mientras tanto, Daryl nos observaba desde lejos, con una expresión de desconcierto al ver a su hermano hablando conmigo tan tranquilamente, después de lo que había sucedido entre nosotros.
—Voy al CDC —dije finalmente, después de pensarlo bien.
—¿No me digas que eres uno de esos que aún creen en una cura? —preguntó, escéptico.
—No voy por una cura —aclaré, notando que nuestra conversación no era tan discreta, ya que algunos en el grupo comenzaban a prestar atención—. El CDC tiene instalaciones para albergar a mucha gente, y eso incluye alimentos, medicinas y probablemente armas. Los militares estaban allí para protegerlo, así que es nuestra mejor opción.
—Sabía que no eras tan estúpido como los demás. ¿Suministros? Ahora sí me interesa.
Después de un breve intercambio, Merle se alejó. Pasó un rato y todos nos reunimos nuevamente. Shane habló sobre confiar en los instintos de Rick, sugiriendo que partirían al día siguiente y dando la opción de unirse al grupo o seguir cada uno por su cuenta.
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El grupo se preparó para continuar el viaje. Morales y su familia decidieron tomar otro rumbo, aferrándose a la esperanza de encontrar a sus seres queridos. Intentar convencerlos de quedarse fue inútil. Al parecer algunos, como ellos, ya estaban perdidos desde el principio.
El resto, sin embargo, se dirigió al CDC. Para algunos, era la última esperanza de encontrar una cura; para otros, como Merle, era simplemente una fuente de suministros. Para mí, era la única opción lógica.
El viaje fue largo y agotador. La pérdida de Jim fue un golpe fuerte, marcando una pausa dolorosa. Su fiebre había subido demasiado y, tal como habíamos acordado, lo dejamos apoyado contra un árbol, dándole la oportunidad de decidir su propio final. Algunos, como Jacqui y Rick, trataron de consolarlo, pero al final, Jim solo pidió estar solo.
Cuando llegamos al CDC, el sol ya se estaba poniendo, tiñendo el cielo con tonos naranjas y rojos. Frente a nosotros, la gran estructura se erguía como un santuario del viejo mundo. Pero la realidad era mucho más sombría. El aire estaba impregnado con el hedor de la muerte. Cuerpos putrefactos yacían esparcidos por la zona, las moscas zumbaban sobre la carne en descomposición.
—Manténganse juntos —ordenó Shane en voz baja, sosteniendo su escopeta mientras avanzábamos con cautela.
Nos acercamos a la entrada, pero la gran puerta de acero estaba cerrada. Rick golpeó con fuerza.
—¡Hola! ¡Hay alguien ahí! ¡Tenemos mujeres y niños! —Su voz resonó en el silencio del atardecer, pero solo hubo eco como respuesta.
La tensión aumentaba. Lori miraba a Rick con preocupación. Andrea apretó los labios, mirando entre la puerta y los caminantes dispersos en la zona. Merle escupió al suelo y cruzó los brazos.
—¿No jodas? ¿Vinimos hasta aquí para esto? —resopló Daryl, claramente frustrado.
Glenn miró nervioso alrededor.
—Tal vez... tal vez no hay nadie —dijo, su voz temblorosa.
—O tal vez no quieren abrirnos —gruñó Merle—. ¿Y si hay cabrones del gobierno guardándose todo el whisky y las balas?
—Cállate, Merle —respondió Shane, la mandíbula tensa.
La desesperación comenzó a calar en todos. Rick siguió golpeando la puerta con más fuerza.
—¡Si hay alguien ahí, por favor, necesitamos ayuda!
Nada. Silencio.
Jacqui miró a Dale con ojos derrotados. Carol abrazó a Sophia, susurrándole que todo estaría bien, aunque su rostro mostraba lo contrario. Fue entonces cuando algo rompió el silencio.
Un gruñido.
Glenn giró la cabeza bruscamente.
—Oh, mierda...
Entre los escombros cercanos, comenzaron a moverse figuras tambaleantes. Caminantes. Al principio eran solo unos pocos, pero pronto se hicieron una docena. Arrastraban los pies en nuestra dirección, atraídos por el ruido y el olor de la carne viva.
—¡Mierda, mierda! —gritó Daryl, levantando su ballesta y disparando.
Y cuando la esperanza comenzaba a desvanecerse, las grandes cortinas metálicas del CDC comenzaron a elevarse, revelando la luz brillante del interior. Todos nos quedamos inmóviles, parpadeando ante el repentino resplandor.
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El grupo estaba reunido en el comedor del CDC. La luz artificial bañaba la habitación con un resplandor cálido, una sensación extrañamente familiar después de tantos días al aire libre, expuestos al frío, al hambre y al miedo constante.
El Dr. Edwin Jenner ya había realizado las extracciones de sangre para asegurarse de que no hubiera infecciones. Ahora, frente a cada persona, había un plato de comida caliente, algo que parecía irreal después de tanto tiempo comiendo raciones escasas o carne de ardilla.
Por primera vez en mucho tiempo, la risa llenó el aire.
—Mierda, esto es un festín de los viejos tiempos —soltó Merle, reclinándose en su silla y bebiendo directamente de una botella de vino que había tomado sin preguntar.
—Disfrútalo, hermano —respondió Daryl, mordiendo un pedazo de pan—. No sabemos cuándo volveremos a ver algo así.
—Exactamente por eso estoy bebiendo —se burló Merle, alzando la botella.
Amy reía mientras conversaba con Andrea y Jacqui. Su semblante relajado contrastaba con la joven temerosa que había sido en el campamento. Ahora, en este refugio temporal, parecía una chica normal, disfrutando de la comida y la compañía.
Morgan observaba a su hijo con una expresión tranquila mientras Duane devoraba su plato con entusiasmo. Durante días había visto a su hijo luchar contra el hambre, así que verlo disfrutar de una comida caliente le devolvía una chispa de esperanza.
Daniel, sentado a un extremo de la mesa, no comía con la misma despreocupación que los demás. Su mirada viajaba entre los rostros de cada persona en la sala, evaluando sus expresiones, su lenguaje corporal.
Era fascinante cómo un poco de comida y seguridad momentánea podían borrar el peso de la desesperanza. Pero él sabía que era solo una ilusión.
No dijo nada. No todavía.
Dejaría que todos disfrutaran de este breve momento de felicidad antes de contarle a Rick lo que sabía.
Rick, por su parte, se veía más relajado de lo habitual, sentado junto a Lori y Carl. Aunque su mente seguía trabajando, planeando el siguiente paso, en ese instante permitió que la tensión se relajara un poco.
Daniel apoyó los codos sobre la mesa, fingiendo relajarse. No quería arruinar el momento. Pero en su cabeza, las piezas ya estaban encajando.
Jenner les había hecho creer que el lugar era seguro. No había mencionado la verdad, la inminente destrucción que se cernía sobre ellos.
Daniel había notado los detalles. La desesperanza en los ojos de Jenner, la forma en que evitaba ciertas preguntas. Y lo más importante, el temporizador en el sistema informático que había alcanzado a ver cuando los registró.
Este lugar iba a explotar.
Pero aún tenían tiempo, así que no lo diría todavía.
Por ahora, los dejaría disfrutar de la comida, reír y olvidarse por un instante del mundo exterior.
Pronto, la realidad los golpearía con la misma brutalidad con la que siempre lo hacía.