Pasaron dos años más.
No voy a molestarme en relatar lo tediosos que fueron mis primeros ocho años en este mundo. La monotonía es asfixiante, y no hay nada de provecho en describirla. Solo diré que, desde aquel encuentro con la chica de cabello rosa, Isolde y yo decidimos dejar de salir. Fue una resolución tomada en la intimidad de la noche, con la lógica implacable de quienes comprenden que, en un mundo desconocido, la preparación siempre precede a la exposición.
Madre no estuvo de acuerdo, por supuesto. Insistió en que los niños debían explorar, jugar y socializar. Pero el llanto fingido de Isolde fue un arma más efectiva que cualquier argumento racional. Al final, tras un pequeño berrinche de mi hermana, nuestra madre aceptó… aunque de mala gana.
El tiempo, entonces, fue aprovechado en beneficio propio.
Nuestro entrenamiento se intensificó al cabo de un año. En estos dos últimos, logramos dominar 120 técnicas de Las Escrituras de Paradoja. Un número impresionante, sí, pero el costo fue proporcional. Horas de sueño sacrificadas, agotamiento extremo, y en más de una ocasión, la tentación de abandonar. Pero al final, los resultados fueron satisfactorios.
Si tuviera que evaluar nuestros atributos físicos… nuestra fuerza aumentó lo suficiente como para cargar dos costales llenos de maíz sin dificultad. En cuanto a velocidad… bueno, podemos correr 50 metros en 10 segundos. Mediocre, sí, pero cada avance es un peldaño hacia algo mejor.
Nuestra capacidad general mejoró en un 30% con respecto a la media infantil del reino, aunque esa comparación es poco relevante. Para fortalecer el cuerpo, recurrimos a métodos poco convencionales: hacer flexiones de pecho con uno encima del otro y correr durante cuatro horas seguidas dentro de la habitación. Un entrenamiento absurdo para cualquiera que nos viera, pero funcional en su propio modo.
Y, precisamente, acabábamos de terminar otra sesión.
—Ah… ah… estoy… demasiado cansada… —jadeó Isolde, usando magia para condensar agua en el aire y beber.
—Issy… no creo que… usar maná para… crear agua… sea la mejor forma de… hidratarse…
Cada palabra me costaba aire. El cuerpo me exigía oxígeno con la urgencia de quien se ahoga.
El sudor pegajoso cubría mi piel, aunque el frío invernal que se filtraba por la ventana compensaba la incomodidad. Nevaba. En mi vida pasada, el invierno era mi enemigo; un adversario despiadado que me obligaba a refugiarme bajo capas de mantas, lejos de la nieve y del aire helado.
Ahora, ya no.
Y eso me agrada.
—Entrenaron demasiado tiempo, ¿eh? Tomen, mis pequeños.
Madre entró a la habitación y nos dio un vaso de agua a mi hermana y a mí, con esa expresión de ternura preocupada que últimamente mostraba con más frecuencia. Probablemente, porque deseaba que saliéramos más seguido. No podía culparla. Sin embargo, hoy sería diferente.
Porque hoy es la "Vigilia de los Caídos".
Una celebración que ocurre solo una vez cada diez años. Mi primera vez experimentándola.
Este día se honra a los caballeros que murieron en la guerra de independencia del continente Veloria contra Aeloria. Una guerra que definió la identidad de este reino.
Veloria, el lugar donde nací había, estado bajo el dominio de Aeloria por generaciones. Sin embargo, diferencias en creencias, política y cultura alimentaron la chispa del conflicto. Eventualmente, la rebelión estalló, y tras incontables batallas y pérdidas humanas, Veloria se liberó. Ahora, cada década, se conmemora ese sacrificio con una festividad que recuerda tanto la sangre derramada como la libertad obtenida.
Sin embargo, hay algo curioso en todo esto.
Según Las Escrituras de Paradoja, tanto Veloria como Aeloria veneran al mismo dios: Paradoja.
Ese simple hecho nos dejó a Isolde y a mí perplejos.
Durante años, estos dos continentes lucharon, se masacraron mutuamente, se despreciaron… todo mientras adoraban a la misma deidad. Un descubrimiento incómodo. ¿Acaso sus conflictos eran realmente sobre independencia, o era solo una guerra entre facciones que creían tener el favor divino?
Por ahora, preferimos mantenerlo en secreto.
No quiero imaginar lo que haría la religión si supiera que hemos estado leyendo lo que, al parecer, fue escrito por su propio dios.
Qué inquietante.
Y qué irónico.
Madre nos entregó un vaso de agua a cada uno y luego se marchó. Ha estado sola, colocando los adornos navideños. Nos ofrecimos a ayudarla, pero rechazó la idea con una sonrisa forzada. Insistimos, y su respuesta fue aún más contundente: nos encerró en nuestro cuarto.
Curioso. Se opone rotundamente a la idea de que pasemos todo el tiempo en casa, pero cuando se trata de preparativos, prefiere hacerlo sola. ¿Hipócrita? Tal vez no sea la palabra exacta, pero es la primera que me viene a la mente.
Me levanté del suelo y ayudé a Isolde a hacer lo mismo. Terminamos el agua y le devolvimos los vasos vacíos a madre.
—Vayan a tomarse un baño. Pronto tendremos que salir. Papá nos estará esperando en el festival —dijo, sonriendo mientras se alejaba con los vasos rumbo al fregadero.
Un baño, huh.
Según recuerdo, en mi vida pasada los libros de historia mencionaban que, en la época victoriana, la gente no tenía la costumbre de bañarse con frecuencia. Solo lo hacían en ocasiones especiales, como si el agua fuera un bien sagrado reservado para momentos clave. Este mundo es diferente. Aquí el baño es una rutina diaria, y si hay un evento importante, se toma otro baño antes de salir.
—Bien… —respondí, todavía recuperándome del entrenamiento—. ¿Te bañas tú primero, o yo?
Isolde ya había tomado su toalla antes de que pudiera terminar la frase.
—Bueno, tú primero.
—¿Qué? ¿No nos vamos a bañar juntos?
Su confusión era genuina. Por lo visto, aún no se daba cuenta de que ya no somos niños pequeños. Bañarnos juntos ahora sería… incómodo.
—¿No crees que estamos demasiado grandes para eso?
Me senté en la cama, esperando a que se fuera. Su reacción fue inmediata: infló las mejillas en un puchero infantil.
—Mmm… bien.
Sonreí mientras la veía marcharse, molesta. Esa costumbre suya de hacer pucheros y berrinches podría convertirse en un problema en el futuro. No todos cederán a sus caprichos.
Con la habitación para mí solo, tomé el libro de Las Escrituras de Paradoja. Aún no había estudiado nada sobre magia curativa. No porque no me interesara, sino porque la mera idea de su complejidad me resultaba agobiante. Había demasiadas ramas, demasiada información, demasiadas formas de fracasar en su aprendizaje.
Aun así, hoy decidí intentarlo.
—Veamos…
Murmurar para mí mismo se ha convertido en un hábito reciente. Me ayuda a procesar la información, a reforzarla en mi memoria. Curiosamente, también retengo lo que Isolde dice en voz alta cuando estudia magia y combate. Tal vez sea eso lo que llaman aprendizaje auditivo.
Suena útil.
Me pregunto si también tengo aprendizaje visual. Eso sería aún mejor.
Dejando divagaciones de lado, me enfoqué en un tema que captó mi interés: la magia sanguínea. Se encuentra en la sección de magia curativa, lo que sugiere que tiene aplicaciones en la regeneración de glóbulos rojos y blancos.
Magia Curativa Sanguínea: Regula, purifica y manipula la sangre, mejorando su calidad, eliminando toxinas y enfermedades. También permite la creación y control de sangre artificial con propósitos ofensivos y estratégicos en combate.
Interesante. Creación y control de sangre artificial. ¿Eso implica una conexión directa con el maná y el Syrix?
Desintoxicación total del sistema sanguíneo: Elimina venenos y enfermedades infecciosas.
Regeneración y control del flujo sanguíneo: Detiene hemorragias y acelera la producción de glóbulos rojos y blancos.
Creación de sangre artificial: Permite generar sangre a partir de maná, ya sea para transfusiones o para reemplazar sangre perdida en combate. También puede usarse con fines ofensivos y defensivos.
Aquí es donde se vuelve realmente interesante.
Magia ofensiva y defensiva con sangre artificial: Manipula la sangre creada para formar armas, proyectiles, látigos o trampas. Puede coagularse para endurecerse en forma de escudo en partes del cuerpo. La sangre comprimida puede ser disparada a alta velocidad, lo suficientemente fuerte como para atravesar objetos. Se puede concentrar sangre en un punto específico del cuerpo para potenciar ataques físicos.
Control de coágulos y presión sanguínea: Puede inmovilizar o debilitar a un enemigo alterando su flujo sanguíneo.
Aumento de oxigenación y resistencia: Potencia el cuerpo del usuario, mejorando reflejos y estadísticas físicas para el combate.
Definitivamente, esto es demasiado.
El problema no es solo entenderlo, sino aprender a usarlo sin que la teoría se quede en mero conocimiento inútil. Sin embargo, si comprendo la relación entre el maná, el Syrix y la creación de sangre artificial, tal vez logre hacer algo con esta información.
Algo me dice que, si domino esta rama de la magia, las posibilidades serán infinitas.
Y eso, definitivamente, vale la pena intentarlo.