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Chapter 6 - El Rugido del Invierno

El frío viento del amanecer trajo consigo una noticia que estremeció a todo Azran.

Un cuervo negro descendió sobre la torre más alta del castillo, su pico sujetaba un pergamino marcado con el sello de la Orden de Azran, la fuerza encargada de vigilar las fronteras del oeste.

Los mensajeros corrieron apresurados por los pasillos del palacio, y en cuestión de minutos, el consejo de guerra volvió a reunirse.

El rey desenrolló el pergamino y lo leyó en voz alta:

—El ejército de Iskers ha cruzado la frontera occidental.

El aire en la sala se volvió pesado.

Airi cerró los ojos por un momento, reuniendo sus pensamientos antes de hablar.

—¿Cuántos?

El general de la Orden de Genbu respondió con gravedad:

—El doble que la última vez.

Un murmullo inquieto recorrió la sala. Aunque habían esperado un contraataque, nadie imaginó que Iskers enviaría una fuerza tan grande en tan poco tiempo.

—Esto no es solo una represalia —intervino Yukari, con los brazos cruzados—. Van a aplastarnos antes de que tengamos oportunidad de reaccionar.

El rey asintió.

—Entonces no les daremos la oportunidad.

Todos miraron al monarca con atención.

—Sabemos que vienen —continuó—. Esta vez, no esperaremos a que lleguen a nuestras ciudades fronterizas.

Un nuevo plan comenzó a tomar forma.

Preparativos para la batalla

Durante los siguientes días, el reino se sumió en una actividad frenética.

Los magos de la Orden de los Blue Dragons reforzaron las tormentas de nieve en los pasos montañosos y senderos occidentales, reduciendo la visibilidad y dificultando el avance enemigo.

La Orden de Seiryu canalizó su magia en los bosques helados cercanos a las aldeas fronterizas, despertando a los antiguos espíritus de la nieve para proteger las rutas estratégicas.

Mientras tanto, los caballeros de la Orden de Azran se preparaban para su papel más peligroso: una emboscada a gran escala.

—Si esperan encontrarnos acorralados en la capital, les daremos una sorpresa —explicó Yukari, trazando una línea sobre el mapa extendido—. Atacaremos antes de que puedan organizar su asedio.

El plan era arriesgado, pero era su mejor oportunidad.

Los generales asintieron con determinación.

Sin embargo, una preocupación persistía en la mente de Airi.

—Kael von Iskers… —susurró, casi para sí misma—. Aún no sabemos cuáles son sus verdaderas intenciones.

El Lobo Negro se acerca

Lejos de la capital, en un campamento enemigo oculto entre la ventisca del oeste, un hombre de cabello oscuro observaba las tierras heladas frente a él.

Kael von Iskers.

El comandante del imperio se mantenía en silencio mientras sus generales discutían a su alrededor.

—Los exploradores reportan que han intensificado las tormentas en los caminos principales —dijo uno de ellos—. Intentan retrasarnos.

Otro gruñó con fastidio.

—¿Por qué simplemente no avanzamos? Podemos marchar a través de la nieve y—

—¿Marchar a través de la nieve? —Kael interrumpió con una sonrisa fría—. ¿Sabes lo que le pasa a un ejército que no está acostumbrado a este clima cuando avanza sin precaución?

El general tragó saliva y guardó silencio.

—Son astutos. Nos están obligando a luchar en sus términos.

Kael miró el mapa con detenimiento.

—Pero eso significa que también han cometido un error.

Los generales lo miraron con atención.

—Si refuerzan la nieve en los caminos principales, entonces hay rutas secundarias que han dejado vulnerables.

Kael se giró hacia su segundo al mando.

—Dile a las tropas que se preparen. Atacaremos por donde menos lo esperan.

Su mirada se volvió afilada como la de un depredador.

—Veremos cuánto tiempo pueden sobrevivir en su propio invierno...

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