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Chapter 8 - La Verdadera Emboscada

En la base de avanzada del frente oeste, los comandantes de campo observaban el desarrollo de la batalla desde una torre de vigilancia improvisada, erigida en lo alto de una colina nevada. El estruendo lejano de los cuernos de guerra y el brillo intermitente de los hechizos pintaban el horizonte con luces heladas.

—La emboscada funcionó mejor de lo esperado —dijo el general de la Orden de Genbu—. Hemos logrado frenar su avance inicial.

Uno de los capitanes asintió, pero su rostro mostraba preocupación.

—Demasiado fácil...

Y no se equivocaba.

A decenas de kilómetros al este, en las cercanías del río Helgar, un segundo destacamento de Iskers emergía de entre los bosques nevados. La nieve caía densa, dificultando la visibilidad, pero no lo suficiente como para ocultar el emblema negro de Kael von Iskers ondeando al frente.

Un cuervo cruzó el cielo, atravesando la ventisca y aterrizando en el cuartel de comunicaciones de Azran. El mensaje llegó directo al corazón de la capital.

En el palacio de Azran, la princesa Airi leyó el pergamino frente al consejo de guerra. Su rostro empalideció.

—Iskers ha lanzado un segundo ataque por el este… cruzaron por el paso que creíamos intransitable.

Los murmullos se apagaron cuando ella continuó:

—Kael von Iskers ha dividido su ejército. Esta emboscada fue solo una cortina de humo.

El rey se mantuvo en silencio, escuchando con atención. Airi alzó la voz con decisión.

—Debemos impedir que crucen el río Helgar. Si lo hacen, la capital quedará expuesta.

—¿Enviarás refuerzos? —preguntó uno de los generales.

—No. Yo iré personalmente al frente este.

Hubo un momento de silencio.

—Tú, Alteza… ¿en persona?

—El pueblo necesita vernos luchando. No desde una torre, sino en el campo, donde se decide el destino del reino.

DUELO ENTRE LA NIEVE

Al este, Yukari lideraba la vanguardia junto a la Orden de Azran. Sus botas crujían sobre la nieve congelada mientras la ventisca rugía a su alrededor. La batalla era inminente.

Y entonces lo vio.

Una figura montada en un caballo negro, emergiendo de la bruma blanca como un espectro.

Kael von Iskers.

Los soldados de ambos bandos se detuvieron instintivamente cuando él desmontó con calma. Caminó sobre la nieve con la confianza de quien sabe que la muerte no lo toca.

—Así que tú eres la famosa Bruja de Hielo —dijo con una sonrisa ladeada.

—Y tú el que no sabe cuándo detenerse —respondió Yukari, alzando su lanza envuelta en escarcha.

—He escuchado muchas historias sobre vos... y quiero comprobar si alguna es cierta.

Kael desenvainó su espada, que brilló con una luz roja intensa, como si se alimentara del odio de su portador.

Yukari no respondió. Su presencia bastó para que el aire a su alrededor descendiera varios grados.

Y entonces, sin más palabras, ambos avanzaron.

El choque de lanza y espada retumbó como un trueno en medio de la tormenta. Hielo contra fuego. Estrategia contra furia. Dos voluntades destinadas a enfrentarse.

Y en ese instante, el destino de Azran comenzó a escribirse con acero y escarcha.

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