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Chapter 11 - El Renacer del Dragón Carmesí

El Renacer del Dragón Carmesí

El rugido del dragón retumbó en los cielos, haciendo vibrar la tierra bajo los pies de los soldados. Su gigantesca forma oscureció el sol mientras descendía con la furia de una tormenta desatada, arrasando todo a su paso. El aire se llenó de calor abrasador, y la nieve se deshizo en un instante, dejando solo la tierra carbonizada.

Los soldados de Azran retrocedieron aterrados, buscando refugio en la distancia. El dragón aterrizó con un estruendo, levantando una nube de escombros y cenizas. Sus escamas rojas brillaban como el fuego, y sus ojos dorados observaban a Yukari con una mirada que reflejaba una amenaza insondable.

Yukari no se movió.

Su cuerpo estaba agotado, cada músculo dolorido por el combate, pero su determinación seguía intacta. No iba a dejar que todo terminara aquí. No ahora que habían llegado tan lejos.

El jinete oscuro sonrió desde lo alto de su corcel, la figura envuelta en una capa oscura que parecía fundirse con las sombras. Sus ojos escarlata brillaban con un poder malévolo, y la sonrisa en su rostro era cruel, segura de la victoria.

—La Bruja de Hielo… —murmuró con una risa baja, casi burlona—. Has logrado sobrevivir a Kael, pero el poder que enfrentas ahora es mucho mayor. ¿Estás lista para lo que viene?

Yukari levantó su lanza, su mirada fría como el hielo que la rodeaba.

—Este no es mi primer enfrentamiento con el mal —respondió, su voz firme—. Y no será el último.

A su alrededor, la tierra comenzó a congelarse. El hielo emergió desde sus pies, extendiéndose como raíces, cubriendo la nieve derretida con una capa gélida que se expandía con rapidez. Su lanza brilló con un resplandor azul intenso mientras Yukari canalizaba el poder de la tormenta helada que vivía dentro de ella.

—氷嵐の槍 (Hyōran no Yari) — Lanza de la Tormenta Glacial.

La magia de Yukari se elevó, creando un tornado de hielo que giraba a su alrededor. La tormenta de nieve se desató con fuerza, arremolinando el aire, desafiando al fuego del dragón que intentaba consumirla.

El dragón rugió furiosamente, sus ojos brillando con furia mientras lanzaba un torrente de fuego hacia la joven guerrera. La onda de calor era casi insoportable, pero Yukari no retrocedió.

—¡Hielo! —gritó, y el campo de batalla tembló.

El hielo avanzó con furia. Con un gesto de su lanza, Yukari congeló el torrente de fuego en el aire, creando una barrera de hielo sólida que resistió la embestida de la llamarada. Las llamas se extinguieron en un chorro de vapor, dejando al dragón con un rugido de frustración.

El jinete oscuro observó la escena con incredulidad, su sonrisa desapareciendo lentamente.

—Increíble... —musitó, como si no esperara tal resistencia—. Pero el poder de Iskers está más allá de tu comprensión, Bruja de Hielo.

Con un movimiento de su mano, el dragón levantó su enorme cabeza y volvió a rugir. La tierra tembló mientras el dragón batía sus alas, levantando una corriente de aire tan fuerte que los soldados de Azran cayeron al suelo.

Pero Yukari, inmóvil, cerró los ojos por un instante. Sentía el poder en su interior, pero su magia no sería suficiente para derrotar a este monstruo. No sola.

A su lado, los guerreros de Azran estaban en desventaja. La batalla aún no había terminado, y ahora se enfrentaban a un enemigo mucho más formidable. Pero Yukari sabía que el destino de todos recaía sobre ella. La guerra no podía ser perdida. No hoy.

A lo lejos, una sombra se levantó sobre el horizonte.

La princesa Airi apareció al frente, acompañada por el resto de su ejército. Las tropas de Azran, aunque heridas, se reagruparon rápidamente. Los soldados comenzaron a formar filas, enfrentándose al nuevo peligro con determinación renovada.

Yukari miró a la princesa, que la observaba con una mirada llena de confianza.

—Confío en ti, Yukari —dijo Airi en voz baja, sus palabras llegaban como un susurro en la tormenta.

Yukari asintió. Era hora de tomar el último riesgo.

Con un grito, elevó su lanza al cielo, y su poder comenzó a concentrarse en la punta. La tormenta se desató por completo.

La luz helada se transformó en una espada de cristal puro. La lanza de la tormenta glacial.

El dragón, desmesuradamente grande, se preparó para atacar una vez más, pero esta vez Yukari no iba a ceder.

La última batalla comenzaba.

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