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Chapter 17 - EL Majestuoso Palacio Celestial

Mientras avanzaban por el puente de mármol que conectaba con el palacio, el cielo parecía volverse aún más brillante, como si el propio reino respondiera a la presencia de Yukari. El viento soplaba suavemente, agitando las hojas de los árboles dorados que bordeaban el camino, mientras pequeños destellos de luz danzaban en el aire, semejantes a luciérnagas etéreas.

Amira caminaba con pasos ligeros, volteando de vez en cuando para asegurarse de que Yukari la seguía. Había algo en su expresión que mezclaba emoción y nostalgia, pues hacía mucho tiempo que no recibía visitas.

Yukari la observó con curiosidad antes de preguntar:

—¿Siempre has estado aquí?

Amira ladeó la cabeza, pensativa.

—Se podría decir que sí… Aunque al principio vivía sola, hasta que Ryujin vino a quedarse conmigo. Es un ser muy extraño, ¿sabes?

—Debe haber sido difícil para una niña vivir sola todo ese tiempo —comentó Yukari con un dejo de empatía.

Amira infló las mejillas, cruzando los brazos con evidente molestia.

—¡Ya te dije que soy muy fuerte, aunque tenga esta apariencia!

—Lo sé, lo sé —respondió Yukari con una pequeña sonrisa—. Pero, aun así, los niños siempre necesitan a alguien que los cuide.

Amira frunció el ceño, luego suspiró con resignación.

—Mmm… bueno, tal vez tengas un poco de razón —admitió, llevando un dedo a sus labios en un gesto pensativo. Guardó silencio por un momento, como si recordara algo lejano—. Quizás sí necesitaba a alguien conmigo…

Yukari la miró con atención, percibiendo un eco de soledad en su voz. Y en ese instante, una punzada de extrañeza la recorrió.

Nunca había sido particularmente cálida con nadie; su vida había estado marcada por la distancia, por la necesidad de protegerse a sí misma y al mundo. Pero con Amira… todo parecía distinto. No sabía si era la inocencia de la niña, su naturaleza mágica o algo más profundo, pero sentía que podía hablar sin miedo, sin escudos.

—Apuesto a que recordaste todas las travesuras que hiciste en el palacio mientras estabas sola —dijo, con una media sonrisa, intentando disimular ese pensamiento.

Amira cruzó los brazos y volteó la cara con un ligero puchero.

—¡No eran travesuras! Solo… experimentaba con la magia del palacio.

—Ajá, claro —respondió Yukari, alzando una ceja con escepticismo—. Déjame adivinar… ¿Hiciste explotar algo?

La niña soltó una risa nerviosa y rascó su mejilla.

—Solo un par de veces… Ryujin se enojó mucho cuando casi derrumbé una de las torres del palacio, pero fue un accidente, ¡lo juro!

Yukari exhaló un suspiro, entrecerrando los ojos.

—Definitivamente eres un peligro ambulante.

Amira infló las mejillas otra vez y frunció el ceño.

—¡Oye! No es mi culpa que la magia aquí sea demasiado fuerte… ¡Además, fue hace mucho tiempo!

Mientras hablaban, llegaron a la gran entrada del palacio. Sus enormes puertas doradas brillaban con una luz celestial, como si estuvieran esperando la llegada de Yukari. Amira extendió la mano y, con un suave toque, las puertas comenzaron a abrirse lentamente.

—Bienvenida al Palacio de Ryujin —dijo Amira con orgullo, sus ojos brillando de emoción—. Aquí es donde comienza lo verdaderamente interesante.

Cuando las puertas doradas se abrieron por completo, Yukari sintió que un aire cálido y revitalizante la envolvía. Dio un paso adelante y se encontró con un espectáculo que desafiaba cualquier lógica terrenal.

El interior del palacio parecía estar construido con un material translúcido que reflejaba el cielo, como si las paredes fueran fragmentos de un amanecer eterno. Altos pilares de jade sostenían un techo de cristal pulido, donde flotaban constelaciones doradas que cambiaban de forma lentamente, como si narraran historias olvidadas por el tiempo.

El suelo de mármol blanco brillaba con destellos azulados, y al avanzar, Yukari notó que sus pasos dejaban un leve resplandor, como si el palacio mismo reconociera su presencia.

En el centro del gran vestíbulo, una fuente de agua cristalina flotaba en el aire, girando en una danza hipnótica. El agua se elevaba y caía en cascadas que nunca tocaban el suelo, como si obedecieran una voluntad propia.

—Increíble… —murmuró Yukari, observando cada detalle con asombro.

Amira, con una sonrisa satisfecha, extendió los brazos.

—¡Bienvenida al corazón del reino celestial! Y eso que aún no has visto la sala principal…

Mientras avanzaban por el majestuoso vestíbulo, Yukari no podía evitar mirar a su alrededor con asombro. A medida que sus pasos resonaban en el suelo de mármol pulido, sintió una leve vibración en el aire, como si el mismo palacio estuviera vivo y observándola.

Las columnas doradas se alzaban hasta un techo alto decorado con intrincadas constelaciones que parecían moverse lentamente, imitando el cielo nocturno. En las paredes, tapices etéreos flotaban levemente sin estar sujetos a nada, mostrando escenas de antiguos dragones surcando los cielos y dioses caminando entre mortales.

Amira giró sobre sus talones y con una gran sonrisa exclamó:

—¡Bienvenida al Palacio Celestial! Aunque bueno, ya llevamos un rato caminando dentro… pero quería hacerlo más dramático.

Yukari la observó con una mezcla de diversión y curiosidad.

—Definitivamente, tienes un aire teatral. Pero admito que este lugar es impresionante… se siente como si estuviera en otro mundo.

—¡Porque lo estás! —dijo Amira con orgullo—. Este no es un simple palacio, es el corazón de la morada del Dios Dragón. Aquí las reglas del mundo mortal no siempre se aplican.

De pronto, una brisa cálida recorrió la sala y pequeñas luces azuladas empezaron a materializarse en el aire. Como diminutos espíritus, flotaban alrededor de Yukari, danzando en círculos antes de desvanecerse.

—Mmm, parece que el palacio te ha reconocido —comentó Amira, cruzando los brazos con satisfacción—. Eso es interesante…

Yukari alzó la mirada al techo estrellado, sintiendo que una presencia invisible la estaba evaluando.

—¿Reconocido? ¿Qué significa eso?

—Bueno… —Amira ladeó la cabeza, pensativa—. No cualquiera puede caminar libremente aquí sin que el palacio lo expulse. Digamos que ha decidido aceptarte. Tal vez sea por tu sangre celestial, o quizás… hay algo más en ti.

Yukari sintió una extraña tensión en el ambiente, como si una presencia invisible la envolviera. No estaba segura de si aquello era una bendición… o una advertencia.

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