Cherreads

Chapter 14 - La Noche de las Máscaras

Las puertas del Reino de Azran se abrieron lentamente, con un crujido solemne. La nieve caía como un velo silencioso, acariciando el regreso de los guerreros. Habían vencido… pero no sin pagar un precio.

Los estandartes ondeaban con orgullo, y una multitud aguardaba en la ciudadela interior. Al ver a sus protectores, los ciudadanos estallaron en vítores. Flores blancas llovieron desde los balcones, y el sonido de campanas mágicas anunció su llegada como si los propios cielos reconocieran la victoria.

En el centro de la columna avanzaba Yukari, montada sobre su corcel blanco como la escarcha. Su figura se alzaba con dignidad, con la lanza de hielo reposando sobre su espalda y su capa ondeando con majestuosidad. Era la viva imagen de una leyenda.

Cuando llegó frente al balcón real, el rey se puso de pie. Sus ojos se encontraron con los de Yukari, y aunque no cruzaron palabras, ambos comprendieron lo que significaba ese momento: ella había salvado Azran.

—¡Pueblo de Azran! —proclamó el rey con voz potente—. ¡Hoy celebramos no solo la resistencia de nuestros soldados, sino el regreso de nuestra protectora, la Bruja de Hielo! ¡Sin ella, el sol no habría vuelto a brillar sobre estas tierras!

Una ovación ensordecedora envolvió a Yukari, pero su expresión no cambió. Había algo en su mirada… una sombra de duda. Sabía que la guerra aún no había terminado. Lo que vencieron allá afuera era solo una parte de algo mayor… algo más oscuro.

Entre la multitud, el general Siegfried se aproximó a su montura y le ofreció una inclinación formal.

—Bruja de Hielo… —dijo con tono grave—. Hay algo que necesitas saber. No es prudente hablarlo aquí.

Yukari asintió. Algo en su voz, o tal vez en su mirada, despertó una alerta en su interior. Lo siguió sin decir palabra, dejando atrás la algarabía, adentrándose en las calles más solitarias de la ciudad, hasta llegar a una casa olvidada por el tiempo.

Una vez dentro, Siegfried cerró la puerta y le ofreció una copa de vino.

—Por nuestra victoria —dijo, alzándola.

—Prefiero respuestas antes que brindis —respondió Yukari con frialdad.

—Claro, claro… —Siegfried sonrió con su típico aire encantador—. Pero a veces, hasta los guerreros necesitan bajar la guardia por un momento. Una copa no te hará daño.

Yukari aceptó, más por protocolo que por deseo. Dio un sorbo y lo observó con intensidad.

—Ahora habla.

El general giró su copa entre los dedos, casi con nostalgia.

—¿Nunca te has preguntado por qué tu poder se parece tanto al de la reina de Iskers?

—He tenido mis sospechas —dijo Yukari, sin bajar la guardia.

—No son solo sospechas —añadió él con una voz baja—. Los archivos antiguos, los que la corte cree perdidos, cuentan una historia diferente. Hablan de 7 hermanas… nacidas del linaje del Dios Dragón.

Yukari no respondió. Su rostro era una máscara de hielo, pero por dentro, algo se quebraba.

—¿Y tú cómo sabes todo eso? —preguntó finalmente.

Siegfried no respondió. Se limitó a mirarla con una sonrisa amarga… y entonces, lo sintió.

Una punzada. Un mareo. El mundo girando lentamente.

—¿Qué hiciste…? —susurró Yukari, aferrándose a la mesa.

—Lo lamento —dijo con voz suave, casi afectuosa—. Pero hay quienes temen lo que puedes desatar. Y yo… bueno, tengo un precio.

Yukari intentó ponerse de pie, pero sus piernas no respondieron.

—Eres… un traidor…

—Tal vez. Pero también soy un hombre práctico —se acercó y se agachó frente a ella—. No lo tomes personal. Eres una amenaza… incluso para aquellos que hoy te llaman heroína.

Sus ojos se tornaron pesados, su cuerpo cediendo lentamente a la oscuridad.

—Recuerda esto, Yukari… —murmuró Siegfried, acariciando su mejilla—. Las leyendas no son eternas. Incluso el hielo más fuerte… se rompe.

Y mientras su visión se desvanecía, una sola palabra atravesó la niebla en su mente: "hermana…"

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