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Chapter 9 - La Batalla en el Río Helgar

Mientras Yukari enfrentaba a Kael en un duelo que sacudía el hielo bajo sus pies, las tropas de Azran y de Iskers chocaban violentamente en las orillas del río Helgar.

Los magos de la Orden de Seiryu conjuraban torrentes de agua que se congelaban en el aire, creando estalactitas que caían como lanzas sobre las filas enemigas. Desde la retaguardia, los Blue Dragons lanzaban hechizos de fuego y rayo, causando estragos en la formación enemiga. Aun así, los soldados de Iskers, endurecidos por la guerra, empujaban con fuerza, obligando a las tropas de Azran a retroceder poco a poco hacia el borde del río.

—¡No podemos dejarlos avanzar más! —gritó un caballero, interponiéndose entre un hacha enemiga y su compañero.

Fue entonces cuando, desde el otro lado del río, emergió una nueva amenaza: figuras vestidas de negro, con máscaras de lobo blanco.

—¡La Orden de los Lobos de Iskers! —gritó un soldado— ¡¡Han cruzado el río!!

Los rumores sobre ellos hablaban de un escuadrón de élite especializado en emboscadas nocturnas, letales como fantasmas en la nieve.

EL COMANDO DE LA PRINCESA

En una colina cercana, protegida por un círculo de magos y estrategas, la princesa Airi observaba el desarrollo de la batalla a través de una esfera mágica flotante. Su rostro estaba sereno, pero sus ojos reflejaban tensión y análisis constante.

—Están flanqueando desde el bosque del este —dijo uno de los capitanes—. Si los Lobos logran envolver nuestra retaguardia, perderemos toda la línea.

Airi apretó los labios, pensativa por un instante.

—Desplieguen a los Kōri no Kage —ordenó con firmeza—. Que intercepten a los Lobos antes de que lleguen a nuestras filas. Y ordenen a la Séptima Orden que se desplace hacia el flanco sur. Vamos a cerrarlos en una trampa de hielo.

—¿Pero, princesa, si movemos a la Séptima dejaremos expuesta la línea central?

—Confíen en Yukari —respondió Airi—. Si alguien puede mantenerlos ocupados, es ella.

Las órdenes fueron transmitidas rápidamente por medio de mensajeros y hechizos de comunicación. En cuestión de minutos, las sombras de los Kōri no Kage surgieron de la niebla como espectros, enfrentando a los Lobos con precisión quirúrgica. Al mismo tiempo, la Séptima Orden maniobraba con rapidez, sellando el flanco sur y deteniendo el avance enemigo.

EL RESURGIR DE HIELO

El duelo entre Yukari y Kael alcanzaba su punto más álgido. La lanza de Yukari danzaba con la tormenta, sus movimientos eran poesía en medio del caos.

Kael sonrió cuando su espada rozó la mejilla de Yukari, dejando un pequeño corte.

—Eres rápida… pero no lo suficiente.

Yukari se llevó dos dedos a la herida, observando la sangre escarlata en su guante.

El frío a su alrededor se intensificó. Copos de nieve azul comenzaron a girar en espirales, y la temperatura descendió bruscamente.

Kael sintió por primera vez una punzada de duda.

—Ahora verás lo que significa luchar en mi territorio.

Yukari alzó su lanza.

—¡氷河の剣 (Hyōga no Ken) —Espadas Glaciales!

El suelo explotó en una sinfonía de hielo. Estalactitas se elevaron y dispararon con velocidad letal en todas direcciones. Soldados enemigos cayeron por decenas, atrapados en la danza gélida de su magia.

Los soldados de Azran, al ver la escena, sintieron renacer su moral.

LA CONTRAOFENSIVA DE AZRAN

Guiados por las órdenes de Airi y el poder de Yukari, las fuerzas de Azran comenzaron a contraatacar.

—¡Ahora! —gritó la princesa desde su posición— ¡Empujen hacia el norte, el enemigo está desorganizado!

El contraataque fue brutal. Los caballeros liderados por la Séptima Orden rompieron la línea enemiga, mientras los Kōri no Kage eliminaban silenciosamente a los Lobos de Iskers uno por uno.

Airi observaba todo desde la colina, con el viento helado agitando su capa.

—Todavía no hemos ganado —murmuró—. Pero esta vez… esta vez, no cederemos.

En el corazón del campo de batalla, Yukari y Kael se miraban de nuevo, ambos jadeando, pero aún de pie.

Kael sonrió con una chispa de respeto.

—Interesante… parece que esta guerra será más divertida de lo que pensaba.

Yukari apuntó su lanza a su garganta.

—Diviértete todo lo que quieras. No pienso dejar que pongas un pie en la capital.

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